lunes, 14 de enero de 2013

ADAPTACIÓN

TODA CLASE DE PIELES:
Erase una vez una joven princesa que vivía con su padre en la corte. Hacía tiempo que su madre había muerto. Ella era una princesa educada para ser reina y además, había realizado estudios con los mejores profesores de la época y debido a su educación tenía unos firmes principios basados en la justicia y la solidaridad.

El último deseo de la reina antes de morir en el parto de su hija, fue que ésta se casara con un príncipe con el que fuera tan feliz como ella lo había sido con su padre. El rey, queriendo lo mejor para Camila, que así se llamaba su hija, pensó en un joven rico y tan guapo que todas la tendrían envidia; pero se olvidó de la bondad de una persona…

En aquella época era habitual la celebración de fiestas con bailes para que los príncipes y princesas de los distintos reinos se conocieran y de este modo surgieran enlaces de aquellas celebraciones.

Pasaban los días, los meses y los años y Camila seguía soltera, de modo que su padre decidió que con 21 años era hora de que encontrara al hombre con quien compartiría el trono. Por esta razón, y coincidiendo con el 25 aniversario de la coronación del rey, se organizó una fiesta que duraría tres noches y a ella acudiría toda la realeza de los reinos colindantes.

El rey se interesó por los jóvenes apuestos de los alrededores y encargó varios vestidos de hilo fino para que la joven princesa llevara a dicha celebración, pues debía ser la más hermosa de los bailes y encontrar al príncipe que la acompañaría para el resto de su vida. Su hija, que para nada estaba de acuerdo con la celebración de esa fiesta porque sabía lo que su padre pretendía; intentó por todos los medios que se cancelara, pero su esfuerzo fue en vano.

Llegó el día más esperado por el rey. La princesa, rindiendo pleitesía a su padre, sabía que debía acudir a esa fiesta puesto que de no hacerlo le defraudaría ya que él lo que quería por encima de todo era cumplir lo que la reina antes de morir le había pedido. La primera cena comenzó y tras el postre, empezaba el baile. Todos intentaban bailar aunque sólo fuera por un momento con Camila pero ésta sólo podía bailar con los que a su padre le parecieran bien.

Con muchos hombres bailó aquella noche, tratando todos de camelarla y conquistarla con sus riquezas y sus posesiones, pero ninguno realmente la gustó.

El día siguiente se mantuvo en su habitación tanto tiempo como pudo; se resistía a bajar al salón sabiendo que su padre sólo se interesaba por contentar al resto de los invitados y siendo su objetivo principal encontrar a un hombre para casarla. Se entretenía atusándose el cabello, eligiendo qué vestido ponerse, cambiándose los zapatos… con lo que se excusaba ante su padre de no bajar a la fiesta.

Finalmente, no pudo alargar más el momento y se dispuso a bajar por las escaleras. Se encontró con la misma imagen que la noche anterior: hombres tratando de aparentar algo más de lo que en realidad eran. Y de nuevo conoció y bailó con muchos jóvenes, pero ninguno la llamaba atención.

Sin embargo, en esa fiesta conoció a un joven príncipe, apuesto y simpático a ojos de Camila, al cual nunca antes había visto. Este príncipe ya había estado la noche anterior pidiendo al rey poder bailar con su hija, sin ésta saberlo, pero había recibido un no por respuesta. Tras mucho insistirle al rey, se le concedió un baile. Ella, sin mostrar las pocas ganas que por dentro tenía, se puso en posición y comenzaron a bailar. De pronto, la princesa comenzó a sentir un cosquilleo en el estómago, algo que nunca la había ocurrido antes, sabía que era algo único y que tenía un solo significado, pero ese momento tan sólo iba a durar unos instantes más, de modo que sólo la dio tiempo a preguntarle su nombre.

La princesa, atrevida y obstinada, pidió a su padre bailar de nuevo con él pero se les prohibió tajantemente. A Camila, decepcionada con su padre, sólo la consolaba que quedaba una noche más de baile y tenía que hacer lo posible para convencer al rey de ello.

Al día siguiente, impaciente y nerviosa, la princesa estaba deseando que llegara la noche para poder bailar con Serbu, que así la había dicho que se llamaba. Aquella mañana fue eterna para ella, nunca pensó que tendría tantas ganas de que llegara esa última noche. Eligió para ese baile el vestido más bonito de todos los que tenía. Esta vez se vistió y se dispuso a bajar al salón del baile tan pronto como pudo y como era de esperar, ahí estaba un gran número de caballeros entre los que se encontraba el joven de la otra noche. Ella ruborizada, bajó las escaleras y mirándole asintió con la cabeza.

La fiesta comenzó. Era la última noche, el último día del baile en el que el rey decidiría con quien debía casarse su hija. De nuevo, Camila fue obligada a bailar con varios de los príncipes que a la fiesta acudieron. Pensaba que su padre la permitiría bailar con el joven de la otra vez puesto que sabía lo mucho que a ella le apetecía; pero no fue así, pues a su parecer no era suficientemente bueno para ella.

Sin embargo, Camila que sabía que ese hombre era el que la haría feliz el resto de su vida, pidió a su padre una oportunidad. El rey aceptó y decidió someter a Serbu a unas pruebas; si las superaba, se podría casar con su hija la princesa.

El príncipe tenía que encontrar un regalo hermoso, el más hermoso del mundo para ofrecérselo a su hija; además tenía que demostrar que era una persona  buena y, por último, que  la amaba con locura.

La princesa le dijo a su padre que no era necesario ya que parecía buena persona y ella sabía que se tenía que casar con él, pero el rey se mostró inflexible y si no se cumplían sus peticiones no autorizaría el enlace.

Serbu, que vivía en el reino vecino, se dispuso a hacer el viaje de vuelta mientras pensaba como podría  realizar esos deseos del rey pues realmente estaba prendado de la princesa.

Al ser el viaje tan largo, tuvo que parar en  una posada para comer y pernoctar al calor, pues fuera llovía y hacía frío. Allí había un mendigo vestido con harapos, aspecto sucio y pelo y barba descuidada. Cuando el príncipe se sentó en una mesa, el mendigo se acercó y le dijo:

- Señor, dadme unas monedas para comer algo y poder descansar en la posada.

- Tomad 10 coronas y comed, secaos junto al fuego de la chimenea.

Encargó a su mozo que le diera al mendigo una de sus capas

- Gracias señor, ¿Como os lo puedo agradecer?

- Tranquilo, ya me devolveréis el favor otro día

Al día siguiente, después de un sueño reparador y un gran almuerzo, el príncipe continuó el camino hasta su reino.

Por fin al atardecer comenzó a divisar las cimas de las montañas que rodeaban su ciudad y según se acercaba el espectáculo le maravilló, ¿Cómo no se había dado cuenta antes?

El día siguiente se dedicó a descansar  y unas horas después inició el viaje de regreso en busca de la princesa; no podía esperar más.

Cuando llegó al reino de la princesa, su padre el rey, no quería dejarla marchar por si era un engaño del joven príncipe, así que éste le propuso que les acompañara y de esa manera enseñarle a él también ese regalo hermoso.

Se pusieron en camino y al llegar la noche decidieron parar en la misma posada que paró el príncipe la última vez. Allí estaba un mendigo que al acercarse el rey le pidió ayuda

-          Señor, dadme unas monedas para comer y descansar en la posada…

El rey ni siquiera le miró y enseguida, uno de los mozos se puso en medio para evitar que molestara al rey. Entonces, el mendigo reconoció al príncipe y se echó a sus pies.

-          Señor, os recuerdo; hace unos días me disteis unas monedas, he comido y dormido caliente estos días y esta capa que llevo es la vuestra, gracias señor.

El rey se sintió avergonzado por su actitud y reconoció que el comportamiento del príncipe había sido el de un hombre generoso, el príncipe era un hombre bueno.

Hicieron noche en aquella posada y a la mañana siguiente emprendieron de nuevo el camino hacia el reino del príncipe. El viaje se hizo largo pues el rey necesitaba descantar y pararon alguna vez más.

Al atardecer, estaban ya próximos a su reino; divisaban la ciudad y un paisaje maravilloso se extendió ante ellos. La luz de la puesta de sol caía sobre la ciudad bañándola en oro y ese cuadro que duró unos minutos fue el presente más bello y hermoso que el príncipe pudo ofrecer a sus invitados. Todos quedaron boquiabiertos contemplando ese momento mágico, pero cuando la luz se fue desvaneciendo, el encanto se rompió y la comitiva continuó su camino a palacio.

El príncipe agasajó a sus invitados con deliciosos manjares y a los cuatro días, brindando en una comida, el príncipe pidió la mano de la princesa al rey.

-          Señor, me gustaría casarme con vuestra hija porque la quiero con locura; para demostrarlo estoy dispuesto a marcharme a vivir a vuestro palacio y abandonar mi casa y mi reino y abdicar en mi hermano.

Serbu y Camila ya se habían declarado su amor y ella estaba segura de querer compartir su vida con él, un hombre al que no sólo no le importaban las cosas materiales sino que también era bueno y lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que la belleza puede estar en cualquier lugar; fue de esta manera como se cumplieron los tres deseos del rey.

                                                    

 He cambiado:

-          Que el deseo de la reina era que su hija se casara en lugar del rey para

-          Que el rey pida a su hija casarse con él para evitar el incesto

-          Que sea el rey quien pida 3 cosas en lugar de la princesa como condiciones para poder casarse su hija

-          Que los deseos no sean cosas materiales para darle otro valor al cuento

 

He mantenido:

-          Que la reina había muerto hace años para conservar detalles importantes de la historia original

-          Que sea una familia de la realeza para mantener el tipo de personajes del cuento

-          Que se celebren 3 noches de baile porque es un número mágico en los cuentos

-          Que al principio sea el rey quien decida con quien debe casarse su hija

1 comentario:

  1. Es un cuento muy bonito, pero en una adaptación has de respetar el viaje iniciático y, para eso, la protagonista debe salir de su casa y madurar y el príncipe debería enamorarse de ella, ignorando que es una princesa, gracias a las estratagemas que ella crea. Por otra parte, las pruebas que ayudan a madurar, deberían ser para la protagonista y no para el príncipe.

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